El enfoque gestionalista busca que el perro, ante el surgimiento de aquello que le provocaba respuestas inadecuadas, decida adoptar de forma autónoma y voluntaria un rumbo de acción adecuado y saludable. Desde no comer basura, hasta no asustarse de un claxon, pasando por ser competente al tratar con perros o personas. El trabajo sobre las capacidades del perro de gestionarse a sí mismo -sus emociones- y a su entorno -físico y social- son una revolución en la educación canina que lleva los resultados a un nivel de eficacia, naturalidad, autonomía y solidez que hasta ahora era imposible alcanzar.