Todos dejamos rastros en la vida, cuando de una manera u otra nos desvanecemos. Y es algo que parece nos ocurre a todos. No sé si es o no borgiano (acaso sí) pero todos somos materia del olvido. Y sólo esas pistas o rastros salvan, a veces, lo casi insalvable… Así hallé estas notas de desventura de la vida final de Aníbal Turena, que escribió, allá por el año 1950, cuando remontaba el río Paraná sin un destino cierto.
«¿Qué hago yo y qué soy yo? La vida me cansa infinitamente y, sin embargo, algo hay en ocasiones en el vivir (un atardecer, un rostro) que nos trae como el abrigo tibio de una esperanza. Como quien no podría desdecir el horror, pero ciertamente sabe que hubo momentos luminosos.»
Aníbal Turena (personaje de otras obras de Villena) es en esta novela un ser ya en el límite.