El edificio de la Telefónica, en la Gran Vía madrileña, es el primer rascacielos del país. Los aviadores alemanes tratan a diario de bombardearlo para cortar las comunicaciones de la República.
Allí entra a trabajar un buen día la voluntaria alemana Anita Adam, pequeña, rolliza y muy independiente. Su modo de ser choca con el machismo de los españoles y con el rol subordinado que se otorgaba a las mujeres. En aquel enorme edificio, que tiembla bajo las bombas de los junkers y los obuses del quince y medio, Anita permanecerá inalterable, trabajando a la débil luz de la lamparilla de su escritorio.
Ilsa Barea cuenta una historia polifónica basada en su propia experiencia en el Madrid sitiado. El texto, escrito hace ochenta años, es uno de los últimos testimonios de la Guerra Civil.