Todo viaje es imposible. La paradoja de Zenón de Elea cobra realidad a la hora de explicar un viaje. Uno se traslada de aquí para allá, pero arrastra consigo todo su mundo. Uno cambia de lugar pero, en realidad, no se mueve un ápice.
El viaje a Tianjin que aquí se cuenta comenzó en 1993 y acabó en 1994 -entonces aún vivía Deng Xiaoping, el artífice de la China de hoy-, pero en realidad dicho viaje casi nació con el nacimiento del autor de este libro y aún no ha finalizado. Mezclando el relato de viajes con el género autobiográfico, Raúl Fernández Vítores urde una historia que es en realidad una confesión.