David ha llegado a un momento de su vida en el que solo tiene dudas: no sabe si le llena lo que hace, no acaba de entender a su novia y tampoco se siente demasiado cómodo con sus amigos. En realidad, sus problemas son los típicos de cualquier adolescente. Con el pequeño matiz de que él, en vez de quince, tiene cuarenta y dos.
Después de trabajar varios años en la industria del cine con escasa repercusión y menos éxito, ha empezado a darse cuenta de que se le acaban el tiempo para dirigir la gran película con la que siempre ha soñado y las excusas para instalarse definitivamente en la madurez.
Un exilio forzoso de Nunca Jamás que se verá acelerado cuando su hermana Bea, a quien le acaban de ofrecer un trabajo en Japón, le pida que se ocupe durante seis semanas de un completo desconocido: Unai, su sobrino adolescente, un chico tan hermético como problemático con el que David apenas ha tenido contacto y que, dueño de unos cuantos secretos, tampoco tiene ganas de que lo controle ese tío del que Unai sabe muy poco y nada bueno.