Nos encontramos en el borde de dos mundos, en un lugar en el que se cruzan y conviven animales semisalvajes y humanos desorientados. Cada cual intenta acercarse al otro, pero no sabemos quién busca protección, si la bestia o el humano.
¿De qué vuelo accidentado es símbolo la pata Frufrú? ¿Puede un caballo llamado Embuste alejar a una niña del mundo embustero de los adultos? ¿Cómo se desprenden una rata, una ardilla o un erizo de la locura, del luto o simplemente del tedio? ¿Qué será del sofisticado nido de unas hormigas tras el paso de unos despreocupados caminantes? ¿Pueden ser un gato callejero o una mariposa a punto de morir mensajeros del amor? En la cima de un árbol debilitado por los cambios del clima, ¿qué indica el canto obstinado de Merlín? Tantas existencias amenazadas, pero libres a su manera. Tantas alianzas discretas, siempre en vilo.
Caroline Lamarche nos habla, con una admirable sencillez narrativa, de la interdependencia entre todas las criaturas vivientes. La crudeza poética de su escritura nos coloca, en definitiva, frente al mundo en que vivimos: una existencia al borde del abismo.