Este libro clásico, más utilizado que citado, aborda la opinión que los españoles tenían de sí mismos, de los pueblos que integraban la Monarquía Hispánica y de los extranjeros con los que trataban. A través de citas espigadas en innumerables obras de dramaturgos, poetas, prosistas, historiadores, gacetilleros, teóricos y moralistas del siglo XVII, Miguel Herrero dedica la primera parte a presentar la imagen de castellanos, andaluces, gallegos, vascos o catalanes que se deriva de los textos. Por la segunda desfilan italianos, franceses, ingleses o turcos, mientras que judíos, moriscos y gitanos integran la tercera.
Ejemplos tomados de la obra de Cervantes, de la novela picaresca, las comedias de Lope, Tirso de Molina o Calderón, los Avisos de Pellicer o Barrionuevo, y un sinfín de fuentes más dibujan un paisaje en el que habitan con sus trajes, su fisonomía, sus costumbres culinarias y sus particularidades en el hablar gentes de la Península y de fuera de ella. Entre la hipérbole, el tópico, el prejuicio, la descripción y la sátira, se pinta a unos y otros como fanfarrones, valientes, lisonjeros, honrados, testarudos, juerguistas, taciturnos, ingeniosos, zafios o curiosos.
La obra se publicó por primera vez en 1927 y vio la luz, ampliada, en la Biblioteca Románica Hispánica de la editorial Gredos en 1966, edición que aquí se ha seguido. Este estudio, agotado desde hace mucho tiempo y reclamado desde distintos ámbitos, viene a completar el fresco que sobre la vida cotidiana de los españoles del Siglo de Oro trazó su autor, quien se interesó por otros aspectos como la comida, la bebida, los tejidos o la indumentaria.