Sera, Serafín Prendes en la placa de su despacho, es un detective asturiano, exminero, soltero por abandono, ateo y republicano que, con el apoyo de una secretaria, madre de dos guajes y divorciada, y un becario algo marisabidillo, resuelve crímenes en Pola de Laviana, aunque la verdad de los mismos termine siendo un ácido corrosivo que le salpique. Problemas en una parroquia no solo de teología; un empresario de cerrajería con demasiado absentismo laboral y heredero de una filiación política que verbaliza más que interioriza; el rapto de una chica que no es lo que parece; un matrimonio que no se comprende y lo termina resolviendo, casi, con poliamor, y un muerto del que nadie se quiere hacer cargo, van configurando un entramado, según los cánones del género, con sexo, crímenes, bares de la zona, una antigua fábrica de chocolate que necesita cacao urgentemente, algo de corrupción y mucha prostitución, para mantener al lector pendiente de unos personajes que también opinan, de vez en cuando, de los avatares políticos que les están amargando los primeros años de este siglo.