Pocas batallas han resultado tan trascendentales para un reino como lo fue la de Hattin para el de Jerusalén. La derrota cosechada por el ejército cristiano frente a Saladino facilitó que éste se apoderara de la simbólica Ciudad Santa, así como de la mayor parte de las plazas fuertes y castillos de la región. En medio del desastre general, la plaza de Tiro pasó a erigirse como el principal bastión cristiano de Tierra Santa, gracias a la oportuna intervención de Conrado de Montferrato. Trípoli también pudo salvarse, en este caso gracias a la oportuna presencia de una flota siciliana en sus aguas. La noticia del desastre de Hattin provocó una honda conmoción en toda Europa, predicándose la Tercera Cruzada. El emperador Federico I Barbarroja, así como los reyes Felipe Augusto de Francia y Ricardo I Corazón de León encabezaron los ejércitos que partieron hacia Tierra Santa en su auxilio. A pesar de los considerables medios materiales y humanos desplegados, los resultados cosechados fueron escasos. Tan sólo pudo ser reconquistada la estrecha franja de tierra que iba desde Acre hasta Jaffa. Aunque los territorios