A lo largo de la Historia, la idea de progreso ha sido una fuente de inspiración para concebir la sociedad como comunidad que avanza y se perfecciona a través del conocimiento y el esfuerzo colectivo y en este sentido las ideas contemporáneas han puesto en pie una forma radicalmente distinta de entender el mundo.
Desde Mayo de 1968, pareció que la transgresión se elevaba a la categoría de dogma y la nueva ortodoxia en rebeldía. En los últimos cincuenta años, nuestra sociedad ha sido remodelada a una velocidad y con una intensidad jamás conocidas. La representación de la realidad predomina sobre la realidad misma. La clave del cambio histórico se encuentra en el control de las percepciones, para imponer un relato, que permita desplazar los hechos desde lo político a lo moral, y desde la razón al sentimiento.
Los tumultos de aquel Mayo francés fueron protagonizados por la generación de jóvenes más beneficiados de un sistema -implantado tras la Segunda Guerra Mundial- de paz, seguridad, prosperidad y desarrollo personal jamás conocido en la evolución de la humanidad. Sin embargo sorprendió al establishment político del momento que esa misma generación cuestionase todo el sistema del que se habían beneficiado, y lo hicieran además en favor de ideas decididamente procomunistas. No eran obreros ni campesinos los que se rebelaban, sino burgueses y pequeñoburgueses a los que nada faltaba.
Las ideas que entonces se defendieron han sido adoptadas por la élite globalista, neoliberal y ultra capitalista, para imponer como dogma una ideología para el siglo XXI, que pretenden sea adoptada por todos.
"Si abrimos una disputa entre pasado y presente, encontraremos que hemos perdido el futuro". Wisnton Churchill
"Las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen". Eugène Ionesco