La suerte es importante en prácticamente todas las esferas de nuestra vida, incluida la felicidad. Pero, con todo, tendemos a considerar injusto que pueda inmiscuirse en el juicio moral. Y esto se debe a que la moral se define, precisamente por oposición a la suerte, como «incondicionada».
No obstante, nuestros juicios morales cotidianos sí que parecen tomar en consideración, y de manera significativa, factores que están más allá del control del agente juzgado. Por ejemplo, tendemos a juzgar más severamente al conductor borracho que atropella a alguien que al que, en las mismas circunstancias, no atropella a nadie porque nadie pasaba por allí.
Un caso de suerte moral tendrá lugar cuando una persona pueda ser juzgada moralmente por algo que, en un sentido importante, depende de factores que escapan a su control. Esta posibilidad no solo constituye un desafío frontal para la noción de responsabilidad moral; sino también para nuestras concepciones de la agencia, de la racionalidad práctica y de la moral, en general.
La noción de suerte moral pasó a ocupar un lugar destacado en la filosofía contemporánea a raíz de la participación de Bernard Williams y Thomas Nagel en un simposio en 1975. El presente volumen recoge sus contribuciones respectivas además de una reconsideración posterior de la cuestión por parte de Williams.