A Mikel, su abuelo le ha regalado un loro para cuando él ya no esté.
Se llama Yaco. Mantienen conversaciones muy largas y,
por eso, le tiene que cambiar las pilas muy a menudo.
Han llevado al abuelo al hospital, y Mikel está triste
y preocupado. Yaco siempre le responde:
—YACO COCOMOCO, ¡ánimo, chico!