Habitualmente detecto que no todo el mundo sabe a ciencia cierta qué es el instinto. Esto es el instinto, muy someramente definido: «La predisposición psicofísica innata, herencia de miles de años de evolución, que nos incita a responder de determinadas maneras frente a estímulos concretos». Quiere esto decir, por tanto, que la conducta instintiva propia de los miembros del reino animal -reino al que pertenecemos- no requiere de aprendizajes previos. Cosa diferente es, obviamente, llevar a cabo entrenamientos tan precisos, reiterados y estudiados que puedan desembocar en reacciones instintivas aprendidas a base de repeticiones teniendo mentalmente presente, mediante simulaciones muy interiorizadas, situaciones realistas.
Así pues, hace veintitantos años que desterré de mi vocabulario la coletilla «tiro instintivo». Como este libro acredita, no nacemos con predisposición o impulsividad alguna destinada a manejar mecanismos armamentísticos. De todo esto y de mucho más, sobre todo del campo penal e instructivo, trata esta obra. En estos relatos la sangre, la pena, la incertidumbre y el dolor físico y emocional siempre disfrutan de una importante cuota de la mano del más negro y denso recurso defensivo: disparar contra congéneres.
Déjese atravesar por el propósito de todas estas historias. Tómese las moralejas como una suerte de antídoto contra la ceguera voluntaria que nace ante la realidad de las ciencias empíricas, jurídicas y policiales. Porque en el siglo XXI la ignorancia debería estar proscrita.