Miguel Najdorf dijo en una oportunidad que Bobby Fischer "... arrojaba las piezas sobre el tablero y ellas solas caían en las casillas correctas." Mucho se ha escrito sobre el ajedrez de Bobby Fischer y muchas cosas han ocurrido en el ajedrez en general y en la tecnología en particular desde el periodo 1957/1967, años en los que tuvieron lugar estas 60 memorables partidas, verdaderas joyas del ajedrez. Someter hoy las decisiones de Fischer a potentísimos módulos de análisis, a ordenadores con capacidad de cálculo que en aquella época resultaban de ciencia ficción, y que no se detecten errores, habla de un auténtico fenómeno. Bobby jugaba preciso, limpio, demoledor y correcto. En estas 60 partidas de su primera época, marcada por su ascenso meteórico hacia la cumbre del ajedrez, ya asomaba el genio que cuestionaría la supremacía soviética en los años setenta y que se consumaría con el título de campeón mundial en 1972, al vencer, en el "Encuentro del siglo" al ruso Boris Spassky. Como señala Antonio Gude en el prólogo: "El criterio selectivo del autor sobre estas partidas es importante. No todas las partidas