El oso trabajaba a destajo para tener el bosque limpio y ordenado, pero, al llegar el invierno se levantaba, sonámbulo, y hacía múltiples fechorías. Al despertar, en la primavera, se encontraba todo revuelto; entonces gruñía y buscaba en el bosque a los culpables del estropicio. Hasta que un día, sonámbulo, cayó en la trampa que él mismo había preparado.