Este libro es un viaje de regreso, un retorno al origen de los mejores alimentos que nutren nuestra despensa, a los espacios donde se crían o cultivan, y a los paisajes que la humanidad ha modelado durante siglos para obtener sus mejores frutos en armonía con la naturaleza. Es el equilibrio que se percibe ante el mar de olivos de Jaén, entre las encinas y alcornoques de la dehesa extremeña, o en los huertos que trabajan jóvenes agricultores obsesionados con la calidad y con recuperar o conservar variedades locales y poco conocidas de frutas u hortalizas.
En España tenemos 192 productos protegidos con una denominación de origen o una indicación geográfica. Son solamente la vanguardia de un extenso catálogo, porque además contamos con las menciones de calidad que cada comunidad autónoma otorga a sus alimentos más ilustres. A estos les sigue una lista creciente de productos locales cuyas bondades solo conocen los vecinos más próximos y que alaban quienes defienden el consumo de kilómetro cero y las esencias de la dieta mediterránea. No obstante, no es esta una guía exhaustiva de alimentos de calidad ni que detalle dónde encontrarlos o consumirlos, sino más bien una selección subjetiva de aquello que mejor nos representa en la mesa y del entorno donde nace, ya sea un olivar, una batea o una quesería. Y debo confesar que la estética y la historia han sido determinantes en la elección, porque cuando el placer de comer es el argumento del viaje, el destino suele ser un paisaje inevitablemente atractivo y con un pasado esplendoroso.
Paisajes de la despensa española presenta más de 40 propuestas para conocer el origen de los alimentos que mejor nos representan, así como los campos, costas, montes y huertos que los alumbran. Al igual que la carta de un restaurante, la oferta que recogen estas páginas es amplia y diversa, tanto como la gastronomía de nuestro país; una invitación a disfrutar del viaje y de la mesa en compañía.