La gramática de la felicidad estudia el melodrama en la producción cultural española contemporánea desde los primeros años del franquismo hasta mediados de los años 90. Lenguaje binario, maniqueo, hiperemotivo e inferior, por su afiliación con la cultura de masas, este estudio parte de la premisa que la supuesta sencillez estructural del melodrama obedece más a criterios clasistas sobre lo masivo que a un análisis integral de sus mecanismos de la significación. El melodrama es mucho más que un codigo o una forma de hablar: apela a nuestro sentido más íntimo de justicia. Es, por supuesto, el lenguaje estético dominante de la cultura de masas, un lenguaje de repertorio, de gestos codificados, de mensajes estereotipados que domina nuestro cine, televisión y publicidad. Sin embargo, es también una estética que expresa bajo el artificio del exceso (del grito, del llanto) una apelación al Bien.
La gramática de la felicidad analiza el cine de mujer de la dictadura e interroga la falta de atención crítica que ha recibido este género fílmico, desinterés atribuible, en parte, por presentar una visión excesivamente normativa y esquemática de los agentes sociales representados en él, en este caso, de la mujer y la Madre de la patria nacionalcatólica. Queriendo rendir tributo al bilingüismo ideológico del melodrama, este libro sigue una ruta analítica distinta: contrasta obras representativas y afines al régimen de los directores Luis Lucia, Florián Rey y Manuel Mur Oti, con filmes más iconoclastas de Luis García Berlanga en torno a la familia y la nación y elabora una teoría sobre el melodrama donde se perfila una lectura política menos dogmática y obvia del mismo. Como si de una caja china se tratase, La gramática de la felicidad igualmente examina la reflexión que de la cultura de masas del franquismo ofrecen Manuel Vázquez Montalbán y Carmen Martín Gaite en sus textos literarios y ensayísticos más testimoniales y políticos. Cronistas de los sentimientos contradictorios de quienes perdieron la guerra, recopiladores de imaginarios musicales, deportivos y de belleza generacionales, estudiosos de los usos amorosos de hombres y mujeres de la posguerra, ambos convierten la cultura de masas en un lenguaje de protección frente al desamparo, en un uso del sentir con un subtexto crítico notorio. El melodrama español actual no puede entenderse sin la obra de Pedro Almodóvar, el supuesto desmemoriado del franquismo, maestro de la lágrima y lector impecable de los imaginarios del cine made in USA. Termina La gramática de la felicidad trazando una genealogía entre él y los autores mencionados, una genealogía centrada en la valoración de la cultura de masas en su papel resistente sobre todo para la mujer.