La noche que todos los perros aullaron pretende ser una parábola moral en un contexto de libertinaje. Se trata de reflejar un mundo cerrado por el autoritarismo de un cacique que lo domina todo hasta la llegada de una de sus víctimas que en un momento de máxima violencia huyó del pueblo con una carga de recuerdos trágicos. La mujer, pues se trata de una mujer a la que el cacique violó cuando era casi una niña, ha vivido en la Argentina durante más de treinta años y regresa completamente cambiada, con otro nombre y una posición económica fuerte. Su salida de la Argentina coincide con la represión desatada por la Junta Militar y su llegada a España con el último año de la dictadura franquista. El problema de los "desaparecidos" es el hilo conductor de la narración, pues en la mujer sobreviven los recuerdos de lo que sucedió en el pueblo al finalizar la guerra civil cuando sus padres, que eran los maestros del pueblo, desaparecieron en la brutal represión de "los cazadores de rojos". En su propósito de recuperar la memoria histórica de los desaparecidos, se enfrenta con el viejo cacique de una manera sutil y legalista. Los acontecimientos siguen el ritmo de la creciente voluintad democrática. Gradualmente el pueblo irá identificándose con la mujer que simboliza los ideales de justicia y alejándose del hombre que se considera a sí mismo como el representante máximo de la paz y el orden.
Fundamentalmente, el tema es una reflexión sobre la violencia en determinadas condiciones históricas y su absoluta inutilidad para resolver los problemas en un clima de crispación.
La estructura de la novela no es exactamente lineal, pero tampoco ensayística o experimental. El autor aspira a desarrollar un tema que le es muy querido, porque forma parte de su propia experiencia, en un lenguaje que comprendan los que sufrieron el rigor de la dictadura e interese a las nuevas generaciones que bucean en la confusión.