Las películas slow comparten una serie de características formales, como el adelgazamiento y la supresión de la narración; el vaciado psicológico de los personajes, que parecen no experimentar ningún afecto ni realizar acciones coherentes; los planos se extienden más del tiempo estándar del cine de Hollywood y su contenido se reduce al mínimo y, en fin, tienden a desaparecer algunas exigencias clásicas, como la música o los diálogos. En cuanto al contenido, aborda cuestiones como la relación entre seres humanos y la naturaleza, las formas de vida perdidas o el interés por individuos y sociedades olvidados por la historia. Los directores y directoras que se incluyen en esta categoría son variables, pero en general se suele pensar en Lisandro Alonso, Wang Bing, Pedro Costa, Zhang Mengqi, Bruno Dumont, Otar Iosseliani, Darejan Omirbaev, Apichatpong Weerasethakul, Carlos Reygadas, Albert Serra, Béla Tarr, Tariq Teguia, Kelly Reichardt, Salomé Lamas, Tsai Ming-liang, Nikolaus Geyrhalter, Ben Rivers, Michelangelo Frammartino o Nuri Bilge Ceylan, entre
muchos otros nombres.
¿Qué une a tales cineastas, cómo son sus películas? ¿Cuáles son sus preocupaciones principales, tanto éticas como estéticas? ¿Qué novedad representa el slow cinema con respecto a otras formas de cine? ¿Tiene sentido hablar de lentitud, es un concepto operativo o se ha vuelto una muletilla cómoda? En este volumen reunimos quince artículos para tratar de acercarnos a todas estas cuestiones.