El negacionismo, el silencio y el ocultamiento por parte de la jerarquía eclesiástica de los crímenes de pederastia cometidos en su seno durante décadas, así como el encubrimiento y la falta de denuncia ante los tribunales de justicia, han llevado al insigne teólogo Juan José Tamayo a dilucidar los orígenes, poner de relieve las injusticias y plantear soluciones ante esta grave circunstancia actual. La pederastia clerical se convierte, según el autor, en la mayor perversión de la divinidad, de lo sagrado y de la religión y en su mayor fuente de descrédito. Tanto para las personas religiosas, como para quienes se declaran no creyentes. Hoy, afirma Tamayo, la comunidad cristiana, que ya conoce tamaños crímenes, debe levantar la voz profética de denuncia contra los pederastas y sus cómplices. Callar se convierte en delito: delito de silencio.