Para algunos el ser humano es una especie más entre tantas otras. Reducido a la condición de animal, evolucionado cuando no máximamente dañino, sólo sería otro eslabón en el proceso evolutivo, sin trascendencia. Defender su superioridad sería caer en especismo, un modo insidioso de creerse superior. La moral, la dignidad, solo serían superestructuras culturales, ficciones.
Para otros lo despreciable es justamente la condición biológica. El ser humano sería un ‘yo’ interior que se sirve de un cuerpo, ajeno a su verdadero ser, que debe encontrarse libre de cualquier condicionamiento natural mientras decide quién quiere ser. Los humanos son inventos de la decisión humana: cultura, no naturaleza.
En este ensayo, fruto de casi treinta años de docencia, el autor tiende puentes entre ambas doctrinas proponiendo un punto medio –la naturaleza cultivada, la artificialidad natural, la excentricidad– que explique qué es ser un ser humano.