Los conceptos de «cultura» y «valores» que vertebran la presente reflexión son no solamente amplios, sino esencialmente difusos. Y, sin embargo, a pesar de su indeterminación terminológica -o precisamente por ello-, son omnipresentes en el lenguaje empresarial y organizativo. A pesar de la dificultad de su delimitación conceptual y, por ello, de su supuesta menor operatividad, la cultura organizacional y los valores que la configuran constituyen la clave de bóveda del análisis ético en y de las entidades. El concepto cultura es el que mejor define el ambiente, el estilo o el sustrato de una organización; condiciona qué tipo de relaciones se establecen en la entidad, y entre esta y la sociedad. Media la percepción de la realidad y también condiciona los criterios, procesos y tipo de decisiones que se toman tanto en el corto como en el medio y largo plazos y remite directamente a los valores en los que se sustenta. El ejercicio de definición de los valores de la empresa, desde la ética, permite también distinguir entre los mínimos de conducta que se han de cumplir y los ideales y aspiraciones compartidas que definen la identidad de la organización. El proceso de identificación de los valores presentes en la empresa requiere que las personas de empresa se planteen colectivamente quiénes son, con qué se identifican, con qué les gustaría que se les identificase, cómo se refleja su identidad... En resumen, cerrando nuevamente el círculo, cuál es su cultura organizacional. Nuestro discurso ético se despliega solamente en dos capítulos, correspondientes a cada uno de los dos conceptos a trabajar. En el primer capítulo profundizaremos en la cultura, sobre todo filosófica y éticamente, haciendo lo propio en el segundo con el concepto de valor. En ambos casos, se harán acercamientos y aterrizajes iniciales a su aplicación en las organizaciones empresariales, acompañándolos de abundantes propuestas de ejercicio y ensayo en las entidades en las que intervienen los lectores(cont)