El importante desarrollo económico y urbanístico, acompañado de un fuerte crecimiento demográfico de los años iniciales del Siglo XXI, han generado, en las últimas décadas, una ocupación excepcional del territorio y un proceso de ocupación del suelo, en muchas ocaciones de imposible reversión.
Desgraciadamente, los paisajes españoles y especialmente los del litoral, han conocido con excesiva frecuencia estos procesos de degradación y banalización de difícil vuelta atrás.
En este sentido, la extensión desmesurada y poco ordenada de la urbanización, el impacto de determinadas infraestructuras en el medio ambiente, el abandono de la agricultura, de la silvicultura y de la ganadería, la degradación de algunas áreas urbanas y la sobrefrecuentación de algunos parajes, han contribuido a dichos procesos, que ponen en peligro los valores ambientales, culturales e históricos que el territorio y particularmente el paisaje, han representado para la sociedad.
Esta falta de sensibilidad hacia los referentes paisajísticos más básicos de un territorio, repercute directamente en la identidad simbólica y real de los hechos presentes en cualquier ciudad y región e impide el máximo aprovechamiento y disfrute de sus recursos paisajísticos, todo ello sin perjuicio de la inevitable tendencia a diluir los rasgos específicos del paisaje, generando una cierta ruptura entre las sociedades locales respecto de sus referentes territoriales.
La crisis del paisaje, no es más que uno de los síntomas de la crisis contemporánea que aqueja la relación entre sociedad y naturaleza y frente a esta situación, la importancia del reconocimiento, la ordenación y la protección del paisaje como bien de interés público, se constituye como una responsabilidad, no sólo de los poderes públicos, sino de todos los ciudadanos y del resto de los agentes que actúan sobre el territorio.
En este sentido, el aumento del interés del ciudadano por el paisaje, hay que incardinarlo en el avance general de la conciencia ambiental y, por tanto, no es azar que la cuestión paisajística emerja con fuerza coincidiendo con el debate abierto sobre el gobierno del territorio.
Expuesto esto, desde el punto de vista de la acción, el emergente entendimiento territorial del paisaje por parte de los ciudadanos exige una compromiso firme y decidido de estos en las nuevas políticas públicas de gestión, ordenación y protección del paisaje tanto de la ciudad histórica, del paisaje singular o exótico y en el última instancia del territorio en si mismo.