La mayoría de los padres acepta que los tres primeros años de la vida de un bebé pueden determinar tanto su inteligencia como su éxito en la vida cuando sea una persona adulta. Pero ¿qué hay de cierto en esta contundente profecía? ¿De verdad no hay nada que hacer si el cerebro del bebé no recibe los estímulos correctos durante los tres primeros años de vida? Los descubrimientos de las nuevas ciencias del cerebro ¿demuestran realmente que los padres son los máximos responsables del devenir intelectual de sus hijos? John Bruer, un destacado especialista estadounidense, dice «no» a todo eso, ofreciendo así nuevas esperanzas a los padres y desmintiendo nuestras más arraigadas creencias sobre los efectos radicales de los primeros años de vida en el cerebro y el desarrollo de los niños.
En cualquier caso, Bruer nos explica por qué esta creencia constituye una amenaza mucho mayor para el desarrollo mental y emocional de nuestros bebés que el hecho de no asistir a alguna clase de gimnasia infantil: hay demasiados padres y educadores, y demasiados organismos gubernamentales, que consideran que estos años son nuestra principal oportunidad para encauzar el futuro de los niños.
Se trata, pues, de una obra audaz y polémica porque insta a los padres y a los responsables políticos a influir con su trabajo en la vida de cada niño, no sólo en los primeros años, sino también desde la infancia hasta la adolescencia e incluso hasta la madurez.