Nuestra principal guía para conocer el Universo es el análisis de la luz que nos llega de los astros, pero lo visible nos ha llevado rápidamente, con los avances de los últimos años, hacia aquello que no vemos, la materia que sabemos que existe por su efecto en los movimientos de los cuerpos que forman parte del mismo sistema.
Su naturaleza es diferente a la que constituyen las estrellas, los planetas o a nosotros mismos: es la Materia Oscura.
La estructura básica del Universo se ha ido determinando paulatinamente, usando fuentes cada vez más lejanas y que permiten una mejor separación entre las predicciones de los diferentes modelos. Con la capacidad de medidas cada vez más precisas ha llegado una gran sorpresa: la expansión del Universo es acelerada. Dado que la presencia de materia y energía, cualquiera que sea su naturaleza, sólo puede frenar la expansión por sus efectos gravitatorios..., se deduce que debe haber un nuevo componente que sea responsable de esa aceleración de la expansión.
Para explicar este nuevo componente, Einstein incluyó entre sus teorías la llamada Constante Cosmológica, que no tuvo buena prensa al principio, pero que nunca desapareció de la escena cosmológica.
Su estatus como ingrediente necesario para comprender la expansión acelerada es relativamente reciente, y con la novedad de que su concepción se ha ensanchado para abarcar la posibilidad de que se trate de una entidad física, totalmente desconocida por el momento y que evoluciona con el tiempo. Estamos hablando de la Energía Oscura.