En una España que todavía se relame las heridas tras la Guerra Civil, un joven cartero amanece en Bellarduy con el pesado equipaje de sus cicatrices y su Quijote de tapas negras.
En Bellarduy va conociendo a sus moradores conforme les va entregando la correspondencia. Sufre sus penas de la misma manera que se ilumina con sus alegrías.
El alcalde, el secretario, el cura, el pastor, el Agustinico..., todos se van dejando conocer por Teo mientras este lucha por dar sentido a su vida. Con Ángela, la sobrina del cura, encuentra el amor y la pasión. Un amor salpicado de celos y dudas por culpa de unas misteriosas cartas sin franqueo ni remite que, de vez en cuando, recibe la joven.
Sin franqueo nos transporta a los primeros años de la posguerra y nos da cuenta de las vidas de una generación en la que no hubo ganadores, en la que todos, de una forma u otra, fueron vencidos.
Quizá muchos lectores se sentirán identificados con los habitantes de Bellarduy y quién sabe si todavía el Agustinico seguirá haciendo muescas en su vara cada vez que vea un avión volando sobre su cabeza...