Una tarde de domingo, tres canónigos (el abad, don Fidel; don Ignacio, director del coro, y don Benito) y dos sacerdotes jóvenes (Manolo, el conductor del coche, y Ángel) se dirigen a merendar a la casa de un sacerdote de pueblo, un amigo suyo llamado Mero. De forma inesperada encuentran en la carretera a un personaje que, en apariencia, se halla malherido. Se trata de un atípico peregrino que confiesa su pretensión de recorrer el Camino de Santiago. Su inquietante personalidad convertirá el gesto de caridad de los sacerdotes al recogerlo en una fuente de conflictos. Su presencia altera de forma irracional la cómoda cotidianeidad de los clérigos y les induce a recordar sus vivencias personales. Mientras tanto, el destino les reserva un inesperado desenlace.
Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) fundó en los años sesenta la revista poética Claraboya. Su prosa se caracteriza por el uso eficaz del humor y por un magistral dominio del diálogo. En 1972 dio a luz el libro de poemas Señales de humo, pero es conocido sobre todo por su obra narrativa: Memorial de hierbas (1973), Apócrifo del clavel y la espina (1977), Relato de Babia (1981), Las estaciones provinciales (1982), La fuente de la edad (1986), Brasas de agosto (1989), Las horas completas (1990), El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), El espíritu del páramo (1996), La mirada del alma (1997), El paraíso de los mortales (1998), La ruina del cielo (2000), por la que recibió el Premio Nacional de Narrativa, El diablo del meridiano (2001) y Los males menores. Microrrelatos (2002). Es miembro de la Real Academia Española desde junio de 2000. En la colección Austral: Relato de Babia (213), La fuente de la Edad (289) y Los males menores. Microrrelatos (529).