Unos personajes en el arrabal de la historia; la intervención, inquietante siempre, de lo sobrenatural, lo extraño o lo cotidiano, al dictado de lo imprevisible; una escritura que, además de atender al placer de narrar, deja que los personajes y las historias caminen con total autonomía por «esos caminos que hace tiempo dejaron de ser de Dios». Vidas sin más norte que el sentimiento, mirada distanciada, lenguaje ágil y preciso: he aquí el modo, libre, reconfortante, de acceder al milagro literario de esta novela, tan sólida en su arquitectura como fértil en la imaginería que la habita.