Precisamente cuando se cumplen los cuatrocientos años de la firma del Edicto de Nantes (por el que Enrique IV de Francia regulaba la condición legal de la Iglesia reformada, poniendo fin así a la guerra de religiones), sacamos a la luz un libro profundamente herético (y erótico) que ejemplifica la imposible tregua, seguida de la revocación del edicto, en los escandalosos actos de su protagonista, Roberte, personaje principal de la célebre trilogía klossowskiana titulada Las leyes de la hospitalidad. Estas perversas leyes de la hospitalidad —que Octave, anciano teólogo, voyeur y esteta, marido de Roberte, ha decidido que su esposa practique con cualquier extraño— llevarán a ésta no sólo a entregarse a cuantos la deseen, sino a cometer la herejía más osada. A través de los diarios que ambos escriben, asistiremos a las extrañas ceremonias de las que Roberte, apresada por la mirada de su marido, que la contempla como si fuera uno de los cuadros eróticos que atesora, será la ambigua víctima. Sus recuerdos de algo terrible que le ocurrió en Roma el año anterior, su reencuentro con el inquietante Vittorio, y los reclamos de caricias que la acometen en su propia casa o en las calles de París, van empujándola hacia una sexualidad que transgrede toda prohibición y toda moral establecida.