Los que quedaron prendados de Sueños de Einstein ya saben que Alan Lightman es una rara mezcla de humanista y talento científico. Todos sus libros abordan las relaciones entre las más atractivas realidades e hipótesis científicas y la vida misma. En El diagnóstico, su cuarta y más reciente novela, se embarca en una fábula lúcida y aterradora de lo que, el día menos pensado, podría sucederle a cualquiera. Una calurosa mañana de verano, en el instante en que se dispone a subir al metro para dirigirse a su trabajo, el ejecutivo Bill Chalmers se da cuenta de que no puede recordar adónde va; peor aún, no sabe quién es él mismo. Sólo recuerda el lema de la empresa bostoniana para la que trabaja: «Máxima información en el mínimo tiempo», y que ese día tenía varias reuniones muy importantes. Bill se recupera de esa crisis, pero en los meses siguientes, mientras los expertos tratan de establecer un diagnóstico de lo que le ha ocurrido, un extraño entumecimiento empieza a paralizarle el cuerpo. Melissa, su insatisfecha esposa, y su hijo Alex —quien, convencido de que su padre está sentenciado, lo «estudia» comparándolo con Sócrates en el momento de beber la cicuta— no podrán impedir que Bill, mientras ve desmoronarse su vida, se interne en una pesadilla digna de Kafka. Unas veces satírica y cómica, otras veces trágica, El diagnóstico ofrece un brillante y turbador análisis de la obsesión, tan común en nuestros días, por la velocidad, la información y el dinero, y de los efectos que tiene esa obsesión en la mente humana.