Todo comienza en Berna, en 1905, cuando, en una oficina de patentes llena de fajos que contienen ideas prácticas, un invisible reloj de pared señala las seis y diez. Minuto tras minuto nuevos objetos van adquiriendo forma. En la mortecina luz del amanecer un joven oficinista duerme en su silla, la cabeza caída encima del escritorio. En los últimos meses, ha tenido muchos sueños sobre el tiempo, y cada sueño describe la realidad bajo «una de las muchas naturalezas posibles del tiempo» : en un mundo, el tiempo procede mediante círculos o hacia atrás ; en otro aun, es lento mientras en el de al lado es acelerado02026; Estos sueños han estado entorpeciendo su trabajo, lo dejan tan agotado que a veces no se sabe si está despierto o si sigue durmiendo. Pero, en medio de tantos «mundos posibles», una idea parece imponerse y va tomando forma en la mente privilegiada del joven soñador, que no es otro que Albert Einstein02026;