Sor Fidelma viaja a Roma, donde confía y teme a la vez reencontrarse con Eadulf, respecto al que experimenta sentimientos encontrados. Lo que debía ser un viaje protocolario se convierte en un nuevo caso cuando aparece asesinado el arzobispo Wighard de Canterbury y se les encarga a ella y Eadulf el caso. En un relato en el que se combina la sensualidad, el misterio y la brutalidad, Tremayne conduce al lector en un recorrido por la Ciudad Eterna y por las costumbres eclesiásticas de la época, desde luego diferentes a las actuales.