La cultura de nuestro tiempo ha concedido a la cuestión de la metaforicidad una extraordinaria importancia, al considerar que lo que podemos saber acerca de nosotros mismos encuentra su mejor expresión en determinadas metáforas. Aunque la idea ya había sido destacada en los albores de este siglo por autores como Ortega o Bergson, tal vez haya sido Hans Blumenberg quien con mayor eficacia la ha desarrollado, elevándola al rango de metodología propia. Metodología brillante y sugestiva que en algunos momentos se podría considerar allegable a la de Benjamin, con quien entre otras cosas comparte la distancia respecto a la filosofía tradicional (incluso con los autores, como Heidegger o Wittgenstein, con los que más dialogan). Es esta peculiar ubicación en el seno del pensamiento contemporáneo, esta capacidad para convertirse en interlocutor de autores en principio alejados de su perspectiva –e incluso alejados entre sí: sería el caso de filósofos tan distintos como Davidson o Valéry--, lo que convierte la lectura de los textos de Blumenberg en un ejercicio intelectual sumamente interesante, en especial para quienes echen en falta auténticas miradas originales sobre esta época.