Discurso de un italiano en torno a la poesía romántica lo escribió casi de un tirón el joven poeta Giacomo Leopardi (1798-1837) entre enero y marzo de 1818, al contestar a las ideas que Ludovico Di Breme había expuesto en un artículo de ese mismo año sobre la traducción italiana de El infiel de Byron. Pero la respuesta polémica se convierte en el primer escrito que Leopardi redacta sobre sus ideas estético-literarias. El Discurso se convierte en una defensa a ultranza de la poesía con mayúscula (cuya tradición se remonta al Pro Archia de Cicerón), de la poesía como arte sublime que expresa grandeza de afectos y de pensamientos, que deleita, que ilusiona y que imita la naturaleza primigenia y virginal que el hombre descubre en la infancia y en la poesía de los clásicos grecolatinos. Pero es también la autoinvestidura del propio Leopardi como poeta ardoroso del amor y gloria, que compondrá en septiembre de ese mismo año la canción patriótica A Italia, primer poema de sus Cantos. La imaginación salvífica se opone a la razón devastadora, la poesía verdadera a las modas poéticas y a la literatura de gacetas, la naturaleza incorrupta al progreso mecánico y corrupto de la civilización, la poesía a la filosofía, si bien esta última oposición pronto desaparecerá a favor de una poesía de pensamientos. Más cercano a los grandes románticos alemanes e ingleses (Keats, Shelley, Hölderlin, Schiller), apenas conocidos en la Italia de principios del XIX, que a los italianos de su época, Leopardi defiende la mitología clásica como aurea de aquella naturaleza perdida, como ilusión y símbolo humanos, y no como antigualla retórica. A través de un estilo obsesivo, henchido de periodos sin respiro, el joven poeta se enfrenta, por un lado, a la poesía nórdica, hórrida, sentimental (entendida como patética y violenta) y exótica, y por otro, a la poesía civil-realista italiana de la época, declarándose, paradójicamente, heroico soldado "antirromántico" que daría su sangre por la patria. Nos encontramos ante un clasicista o un romántico atípico.