Hasta la década de 1980, la filosofía analítica del lenguaje no tenía un prestigio especial en la Europea continental. Se la consideraba como buena herramienta de la lógica y la teoría de la ciencia pero, fuera de éstas, como juego sofisticado e inútil.
Inspirada en la lógica filosófica del Círculo de Viena y en el análisis del lenguaje de Wittgenstein, la filosofía analítica se entendió como tradición aparte y volvió la espalda a la filosofía tradicional europea, a la que calificaba como pura narración de historias sin valor científico e imposibles de probar lógicamente.
En su Introducción a la filosofía analítica, Ernst Tugendhat se propone superar este distanciamiento al mostrar que la «primera filosofía», es decir, la antigua ontología y la moderna filosofía trascendental, sólo se pueden renovar desde la base de la filosofía analítica del lenguaje. El trabajo con las nociones tradiciones –como a priori, ser, objeto, verdad o razón– obliga a admitirlo cuando se intenta definir estos conceptos con una precisión mayor de la alcanzable con los medios tradicionales.
Emprendiendo este camino, que lleva de la posición fundamental tradicional a la filosofía analítica, Ernst Tugendhat sugiere que esta última también saldrá ganando si se somete a un proceso de reflexión acerca de sus métodos y preguntas fundamentales, pues una investigación rigurosa demuestra que la filosofía analítica se ocupa de una cuestión que está en la base de toda filosofía: "la aclaración del uso del lenguaje y de los conceptos."
Esta obra sigue siendo única en su enfoque porque propone un nuevo camino de acercamiento entre las dos corrientes principales de la filosofía, lo que puede dar un vigor innovador a ambas.