«Detente un poco, párate a respirar; haz una pausa para ver las cosas como son, sin darles más importancia de la que tienen. Párate a contemplar». Así nos aconseja desde hace catorce siglos el monje budista Chih-i, cuyo manual de meditación e higiene corpóreo-espiritual presentamos bajo el título Pararse a contemplar.
Nuestros días están marcados por la prisa y el estrés. Frente a ello, tal vez nada sea tan útil como hacer una pausa y aprender a contemplar la propia vida desde ángulos distintos que nos ayuden a vivirla de otro modo.
El maestro Chih-i aprendió en la escuela del zen el arte de sentarse en postura de loto para respirar y meditar, para calmar los altibajos de la mente agitada y contemplar el rostro auténtico de la realidad, más allá de las apariencias. Su conocimiento sapiencial puede sintetizarse en el binomio «saborear y saber»; no en vano, saborear sin saber es huero; saber sin saborear es frío.