La juventud y la experiencia se entremezclan. El sabor de pieles nuevas y antiguas, de encuentros fugaces o pausados, el aprendizaje y el bagaje de las pieles frescas y de las gastadas se dan cita en esta especie de involuntario diario. El deseo se topa con la cruda realidad, con las decepciones disfrazadas de ilusión de cuerpos jóvenes. Satisfacer los deseos deja un sabor agridulce en la boca, el que da la certeza de saber quiénes somos, qué queremos y qué nos dan aquellos que nos arrastran a pesar de que sepamos el fraude que se esconde bajo sus pieles.