Como saben quienes han seguido su trayectoria, la poesía de Clara Janés tuvo una primera etapa que, entre el esencialismo y el existencialismo, buscaba una conciliación a través de la naturaleza. Luego amplió sus horizontes hacia lo inmediato —paisajes, plantas, animales, piedras, obras de arte— y hacia aspectos más etéreos del cosmos, como los definidos por la física o la astronomía. Tras La indetenible quietud, obra realizada con el escultor Eduardo Chillida, surge de modo natural un título como Paralajes, que nos remite a la diferencia entre las posiciones aparentes de un astro según el punto de observación. Unidad en la multiplicidad, paralelismos, simultaneidad, confluencia de creación e interpretación, de muerte y vida, vida como transcurrir, como germinar, como plenitud puntual, éstos son algunos de los substratos que alimentan este nuevo libro. En él se dibuja toda una geografía sutil que va desde la «Caverna del arco iris», donde su ubican los primerísimos recuerdos, recorre el «Río del abandono», la «Línea de paralajes» y el «Paisaje vertical», y se acerca a la creación en el «Vórtice de los tiempos simultáneos». Siguiendo su intuición poética, la autora se adentra en terrenos tan enigmáticos como los visionarios, también presentes en sus versos. Sus poemas, sin embargo, no por ello se vuelven abstractos, lo tangible está siempre presente. Como dijo de ella María Zambrano, «la voz poética de Clara Janés es la voz de la tierra, y a la vez aparece como hazaña de la revelación».