Nacida en Alicante, en 1930, podríamos considerar a Francisca Aguirre poeta coetánea de los integrantes de la "Generación del cincuenta". Sin embargo la circunstancia de que su primer libro, Ítaca, se publicara muy tardíamente (1972) y el hecho de que tanto éste como los posteriores aparecieran en colecciones de muy limitada difusión han determinado que su obra poética haya conocido solo una atención restringida. Desde la aparición de Ítaca, donde la autora elabora una especie de epopeya de lo cotidiano, buceando en las contradicciones y servidumbres de la relación amorosa, en la obra poética de Francisca Aguirre se evidencian dos constantes: de un lado, la persistencia de un mundo reconocible y compacto y, de otro, la constatación de un proceso de ahondamiento dentro de una visión existencialista de la vida. Como dice Manuel Rico, refiriéndose al último libro de la autora, Pavana del desasosiego, "todo poeta verdadero construye un mundo propio e identificable, desdeña lo prescindible y su obra evoluciona por ahondamiento. Francisca Aguirre es un exponente rotundo de esa dualidad: su Pavana es una muestra evidente de una poesía que huye de la dispersión, que evoluciona en la búsqueda del núcleo, de la médula de la existencia humana, de la existencia propia. (...) Un tono melancólico y, a la vez, interpelante. Una voz cargada de música interior y permeable al desconcierto, a la perplejidad (`eso que no comprendes es tu historia¿)que subyace en los hechos injustos e inexplicables. (...) Pavana del desasosiego la intensidad y singularidad de la voz de Francisca Aguirre en el panorama poético de este fin de siglo".