La Orden de Santiago aparece como la más elitista
en el imaginario colectivo sobre las órdenes
religiosomilitares hispánicas. Todas tuvieron grandes
riquezas y poder, y fueron un medio para alcanzar
un título de nobleza. Tan grande fue el prestigio
de ser miembro de las órdenes, y muy especialmente
de la de Santiago, que en ellas ingresaron los
principales apellidos de la monarquía, los Grandes
de España: los Mendoza, Manrique, Pimentel,
Figueroa, Enríquez, Álvarez de Toledo, Fernández
de Córdoba, Velasco, Pacheco, Guzmán, Sandoval,
de la Cerda, Téllez de Girón, etc.
La Orden de Santiago dejó una fuerte huella en
gran número de lugares y dio un gran impulso al
arte como reflejan, entre otros edificios singulares,
los monasterios de San Marcos (León) y de Uclés
(Cuenca), la Iglesia de Sancti Spíritus (Salamanca)
o los conventos de las Comendadoras (Madrid y
Toledo).
Fue fundada en el reino de León en el siglo XII
para apoyar la Reconquista y defender la cristiandad
frente al islam, pero también para servir a los
intereses de los monarcas cristianos.
Su historia está repleta de episodios bélicos contra
los musulmanes y de luchas de poder, tanto en
el seno de la propia orden como por la toma de
posición en asuntos internos de los reinos hispanos.