La transición a la democracia es un claro exponente de los usos públicos y políticos de la historia. La necesidad de legitimar tal obra de ingeniería política se ha sustanciado en una interpretación oficial, casi canónica y no exenta de tópicos. Ésta ha atendido a un plan trazado desde arriba y virtuosamente ejecutado por unos pocos artífices procedentes del reformismo franquista. Tal explicación presupone la existencia de una sociedad española impasible e instalada en la desmovilización. Sin embargo, incluso en las zonas del país menos industrializadas y urbanizadas, la indiferencia y el miedo coexistieron con una ascendente conflictividad sociopolítica que debilitó la dictadura y contribuyó a crear las condiciones políticas para el cambio democrático. Así, las negociaciones entre elites fueron precedidas e influidas por una multiforme presión social que introdujo sus principales demandas en la agenda política de la transición. En esta línea, el presente trabajo analiza las oportunidades políticas, la movilización de recursos y los marcos interpretativos que legitimaron y animaron una protesta asentada en el cambio de actitudes y en el aprendizaje de nuevas prácticas democráticas que facilitaron el camino hacia la libertad.