Todo lo que se ha reprochado a la Inquisición -las denuncias infundadas, el encarnizamiento en convencer de crimen, la ausencia de verdaderos abogados al servicio del acusado, la sentencia emitida por adelantado, el oprobio eternamente ligado al condenado y a los suyos, la abominable ejecución en las llamas purificadoras, en nombre de una verdad que no admite réplica- constituye el fondo del procedimiento invariable y del juicio invariable que manifiesta, hoy como ayer, la historiografía sobre la Inquisición misma.
Nos ha parecido que ya era tiempo de intentar salir de este círculo vicioso. Para ello, vamos a dar, por fin, una verdadera oportunidad a la defensa de la acusada; no tomaremos como línea de investigación la condena por adelantado; haremos que se levante la impugnación de la verdad oficial, sea cual fuere la nueva máscara que adopte; sin ponernos como objetivo último la alegría de levantar e inflamar otra pira.
Así ha nacido la obra, a buen seguro escandalosa a los ojos de la justicia sumaria, que tiene el lector entre sus manos.