Una nueva y atrevida interpretación, que no sólo transforma las ideas establecidas acerca de los orígenes de la economía europea, sino también las que se refieren a la formación histórica de la Europa moderna. Analizando el gran caudal de datos proporcionados por los textos y por la arqueología, McCormick llena de vida y movimiento unos siglos que creíamos vacíos, siguiendo los pasos de un gran número de viajeros –diplomáticos, peregrinos, guerreros o comerciantes- con los que circulan también mercancías e ideas. Surge así una nueva imagen de unos pequeños mundos europeos medievales enlazados con el más amplio de las economías y culturas del Islam. Este libro nos propone una nueva y atrevida interpretación, que no sólo va a transformar nuestras ideas acerca de los orígenes de la economía europea, sino también las que se refieren a la formación histórica de Europa. Analizando, con el auxilio del ordenador, el gran caudal de datos que nos han proporcionado en las últimas décadas las nuevas formas de interpretar los textos y, por otra parte, los hallazgos de la arqueología, el profesor McCormick, de la Universidad de Harvard, llena de vida y movimiento estos siglos del inicio de la Edad Media que creíamos vacíos. El panorama que surge de esta revisión no es el de una Europa empobrecida, aislada e inmóvil, como quería la tradición, sino la de unos espacios llenos de vida, donde podemos seguir el tránsito de un gran número de viajeros –diplomáticos, peregrinos, guerreros o comerciantes- en los buques que realizan nuevas y más atrevidas navegaciones, o sus pasos por las rutas terrestres: por los viejos corredores del Danubio y de los Balcanes o por el nuevo arco que enlaza el mundo escandinavo con Asia central. Unas rutas por las que circulan viajeros, mercancías e ideas y que dibujan un nuevo mapa de Europa, cuyos pequeños mundos, nacidos de la desintegración del Imperio romano, aparecen ahora ligados al mundo más amplio de las economías del Islam, en una actividad que nos lleva a pensar que el renacimiento comercial habría comenzado dos o tres siglos antes de lo que hasta ahora se creía. Con su propuesta McCormick renueva las ideas establecidas acerca de los orígenes de la Europa moderna.