«¡Ahora sí que la señora tenía motivos para preocuparse! De inmediato lo olvidó todo: sol, frío, botones, pasteles, aviones, oscuridad y flores de calabaza. Con mucho cuidado colocó al pajarito en su mano.»
La señora Meier vivía preocupada. ¿Saldría el sol o nevaría? ¿Tendría suficiente abrigo para el invierno? ¿Le habría puesto pasas al pastel? Por suerte, su marido siempre le daba, en estos casos, un té de menta...
... Hasta la mañana en que apareció un pequeño pájaro que necesitó de sus cuidados y, lo más importante, que le enseñara a volar.
Una obra maestra del sabio y valiente Wolf Erlbruch.