Cada cual tiene una motivación. Y eso que nos mueve cada día no suele descubrirse en un momento de inspiración (aunque a algunas personas les llega en un instante de lucidez, por ejemplo al atravesar una crisis). Es algo que vamos descubriendo a medida que avanzamos en nuestro desarrollo personal.
Hay personas que pasan por la vida sin sentirse valiosas, sin llegar a averiguar lo mucho que han aportado a la sociedad. Ese “legado” no tiene por qué ser una obra de arte (un libro, un cuadro, una partitura musical…). Se puede dejar impronta en los valores inculcados que pasan a otras generaciones, en la ilusión con la que se ha construido una casa o el mimo con la que se ha acondicionado para la familia, en el cuidado de los seres del entorno para construir una sociedad más humana…
Todos conocemos a personas que esperan las situaciones propicias para hacer algo. Esperan que las circunstancias cambien para emprender la acción que van postergando. Esperan a que las condiciones económicas les sean favorables, esperan a que los hijos crezcan, esperan a la jubilación… Y, mientras, por el camino se escapan las ocasiones que no propiciaron, se escapan las fuerzas, se escapa la ilusión. No esperes que las circunstancias te sean favorables. Créalas.
No malgastemos la vida por pensar que “mañana” podremos hacer lo que tanto anhelamos. No te aferres a la cómoda costumbre. Provoca tú el cambio. Provoca ahora mismo tu oportunidad.
Solo entonces transformarás una existencia rutinaria y anodina en una vida excepcional.