En realidad, Erika es una pianista frustrada que ejerce de profesora de piano. Vencida por un fracaso que no es sino trasunto de una derrota mayor, la de escapar de un dominio indeseado, y presa en la telaraña de sus inhibiciones y de una perpetua y no siempre amable vigilancia, Erika ha aprendido a ser austera y severa. Esta situación toma un curso muy diferente cuando conoce a un alumno que se enamora de ella. Entonces, a través de su frágil psicología, de su tortuosa inexperiencia de las relaciones humanas, comienzan a abrirse paso las fantasías acunadas y nunca dichas, en las que se mezclan dominio y subordinación, placer y sufrimiento. La pianista es una densa e inteligente, pero amarga, inmersión en la vida de una mujer cuya forzada soledad y sordo sufrimiento es paradigma de muchas vidas de mujer. Para mujeres y hombres como Jelinek el oficio de escribir revalida y consolida su posición de absoluta excepcionalidad en los tiempos que corren.» Jordi Llovet, El País