En la época de la globalización, del triunfo de Internet y de las redes sociales, las fronteras se presentan a veces como secuelas de tiempos pretéritos a las que habría que jubilar de manera definitiva. Otras veces, en cambio, emergen más inhiestas que nunca sobre la corteza terrestre. Estas dos percepciones conviven simultáneamente, aunque con vigor mutante: a veces sus atributos aparecen como obsoletos y al poco dan muestra de un esplendor inusitado. El espíritu de los tiempos se ha vuelto ambivalente y sopla en direcciones decididamente contrapuestas en lo concerniente a las fronteras territoriales, que son objeto de elogios y diatribas, expresiones de dos hemiplejías equivalentes.